lunes, 11 de junio de 2007

El sermón de la montaña

A continuación mi primera aproximación a la escritura para teatro. Disfruten.

Juan: ¿A dónde vamos hoy?
Pedro: A la montaña.
Judas I: ¿A la montaña? ¿Otra vez?
Pedro: Sí, a la montaña. Otra vez.
Judas I: ¿Será que no se cansa de ir a la montaña?
Juan: Dice que tiene algo importante que decirnos.
Judas I: “Todo lo que él dice es importante”...
Pedro: Todo lo que él dice es importante.

Entra Jesús.

Jesús: Muchachos, ¿listos?
Juan: Listos. ¿A dónde vamos?
Jesús: A la montaña.
Judas I: ¿A cuál montaña?

Todos menos Jesús lo miran con cara de “cállate”


Jesús: (dulcemente) A la única montaña. A LA montaña.
Judas I: Ah... ESA montaña…

Judas I y Juan se adelantan y salen.

Pedro: Yo sé que todo lo que tú dices es importante. Pero lo de hoy es más importante, ¿verdad?
Jesús: Mucho más importante.
Pedro: ¿Pero más importante tipo panes-y-peces o más importante tipo sólo-los-tal-y-tal-van-al-reino-de-los-cielos?
Jesús: (respira profundo, pone cara de “te voy a dar un lepe”, luego exhala, se sienta y dice) No sé, creo que lo que voy a decir no le va a gustar a unos cuantos.
Pedro: oh oh. (Se sienta con él)
Jesús: Es que… es que… no están preparados.
Pedro: ¿Adulterio?
Jesús: Ajá.
Pedro: Tú sabes que esa es de las cosas que te hacen menos popular.
Jesús: Yo sé... pero es que está mal. El adulterio está mal.
Pedro: ¿Hasta para los hombres?
Jesús: Sí, Pedro...
Pedro: ¿Hasta con una mujer que nadie quiere y sin que tu esposa se entere?
Jesús: Pedro, con que mires a otra mujer es suficiente.
Pedro: ¡¿Sí?!
Jesús: Sí…
Pedro: Bicho.
Jesús: Yo sé. Mira, si miras a otra mujer es preferible que te arranques el ojo y lo botes por ahí, a que todo tu cuerpo vaya al infierno.
Pedro: Eso no lo digas.
Jesús: Lo tengo que decir.
Pedro: Bicho...
Jesús: Y creo que hoy voy a decir lo de las bienaventuranzas también.
Pedro: Uy, esas son bien finas. (Con voz de ser omnipotente) “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Esa es mi preferida.
Jesús: Esa es fina.
Pedro: Esa es la preferida de todos.
Jesús: ¿Sí?
Pedro: Sí, se siente bien decirla en alto.
Jesús: No lo había pensado...
Pedro: ¿Cuál es tu preferida?
Jesús: Todas son igual de importantes.
Pedro: ¿Pero cuál es así la que más te gusta de todas?
Jesús: Emmm... no sé, supongo que la de “Bienaventurados los misericordiosos...”.
Pedro: Ah, esa es fina. Todas son finas.

Entra Juan

Juan: Judas me desespera, me saca de mis casillas.
Pedro: ¿Qué se hizo?
Juan: Fue a buscar las cosas para subir a la montaña, yo qué sé. ¿Y de qué hablan?
Pedro: Bienaventuranzas.
Juan: ¡Uuuuu! ¿Las va a decir hoy?
Pedro: Ajá.
Juan: (Con voz de ser omnipotente) “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Pedro: ¿Ves?
Jesús: Veo.
Juan: ¿Qué?
Pedro: Nada.
Jesús: Yo me voy a preparar. En media hora subimos.

Se va Jesús y entra Mateo, el que escribió el evangelio del sermón de la montaña.

Mateo: Hola.
Pedro: Epa.
Juan: ¿Qué más?
Mateo: Fino, un poco nervioso.
Juan: ¿Por?
Mateo: Hoy me toca a mí tomar nota.
Juan: ¿Y entonces?
Mateo: Bueno, que lo que va a decir es un poco desquiciado.
Pedro: ¿Cómo sabes, qué te dijo?
Mateo: Me dio una copia del discurso. Yo creo que se volvió loco.
Juan: ¿Por qué, qué dice? A mí nunca me cuenta lo que va a decir...
Mateo: No, me dijo que no les dijera, pero créanme que se volvió loco. Aunque bueno, casi todo lo que va a decir es importante.
Pedro: Todo lo que él dice es importante.

Silencio. Todos miran a Pedro.

Pedro: ¿Qué?
Mateo: Nada. Juan, puedo adelantarte algo que no creo que le moleste. Hoy va a decir las bienaventuranzas.
Juan: (Emocionado) ¡Sí, sí! Ya me dijo.
Mateo y Juan: (a la vez y con voces de seres omnipotentes) “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Pedro: Esa es la preferida de todos.
Mateo: Yo sé, ¡Y a mí me toca transcribirla!
Juan: (Sincerísimamente) Qué fino...
Mateo: Finísimo... ¿Y Judas?
Juan: No sé, yo lo dejé por allá, camino a la montaña.
Pedro: ¿Todos los demás están adentro?
Mateo: Ajá, ya estamos casi listos para subir, solo faltan Judas y Simón.
Pedro: Yo estoy acá.
Mateo: No, el otro Simón.
Pedro: Ah...
Juan: Judas estaba con Santiago.
Mateo: ¿Santiago grande o Santiago chiquito?
Juan: Santiago grande.
Mateo: Qué raro, él se la pasa con Santiago chiquito.
Juan: Nonono, yo digo Judas T.
Mateo: Aaaah... ya va, cuando yo te pregunté por Judas ¿tú me respondiste por JT o por Judas I?
Juan: ¿La primera o la segunda vez que me preguntaste?
Mateo: Te pregunté una sola vez, la otra vez me dijiste tú por voluntad propia.
Juan: ¿Sí?
Mateo: Sí.
Juan: ¿Seguro?
Mateo: Te lo juraría, pero el sermón de hoy dice unas cosas sobre jurar y me da un poco de miedo.
Juan: Bueno, yo andaba con Judas I.
Mateo: Ah, yo decía era JT.
Juan: JT estaba con Santiago.
Pedro: Grande.
Juan: Eso.
Mateo: Eso no es tan raro.
Juan: Y capaz Judas I fue a buscar a Santiago.
Pedro: Chiquito.
Juan: Eso.
Mateo: No creo, Santiago Chiquito estaba adentro bucando a Simón.
Pedro: Yo estoy acá.
Mateo: El otro Simón.
Pedro: Ah...

Entra Jesús.

Jesús: Simón.

Silencio.

Jesús: ¿Simón?
Pedro: ¿Yo?
Mateo: Claro que tú, ¿acaso ves al otro Simón?
Jesús: No peleen. ¿Han visto a Simón?
Pedro: Aquí estoy.
Jesús: No, el otro Simón.
Mateo: Creemos que puede estar con Santiago.
Pedro: Chiquito.
Mateo: Eso.
Jesús: No, Santiago estaba con Judas.
Juan: Oh, cielos... yo me rindo.

Juan se va.

Jesús: Mejor vayan a la base de la montaña a esperar a que todos lleguen. Nos vemos allá en diez minutos.

Se van Mateo y Pedro, queda Jesús solo.

Jesús: Papá.
Voz: Hijo.
Jesús: ¿Tengo que decir lo del adulterio?
Voz: Sí, Hijo.
Jesús: ¿Seguro?
Voz: Sí, es importante.
Jesús: ¿Por qué?
Voz: Porque así no te van a ver tan feo cuando digas lo de la otra mejilla.
Jesús: Tiene sentido...
Voz: Yo sé.
Jesús: ¿Osea que no es verdad?
Voz: Claro que es verdad. Hijo, ¿estás bien? No parecen cosas tuyas, tú sabes que...
Jesús: (lo interrumpe) Yo sé, yo sé “No dirás falso testimonio ni mentirás”, perdón.
Voz: Tranquilo.
Jesús: Bueno, al menos me toca decir las bienaventuranzas.
Voz: Esas son bien finas, ¿verdad?
Jesús: Finísimas (imitando a la voz) “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Voz: Chao Hijo, suerte.
Jesús: Gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

QUÉ BUENAAAA! Me gusta, me gusta. Pero siento un poco débil el final. Le falta algo.

Anónimo dijo...

Chamo me encanto... está para montarla en una obra de teatro...