tag:blogger.com,1999:blog-167288582024-02-28T03:11:48.466-04:00Reflexiones de un inventor frustradoJugando con la frontera entre la ficción y la realidadChipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.comBlogger34125tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-36839840369831217492011-10-12T23:18:00.003-04:302011-10-12T23:24:04.244-04:30Desesperanza<div>No sé cuántas veces había imaginado este momento: el momento en el que mi relación con Paula por fin se definiría en algo con nombre y apellido. Sentada frente a mí, me explicaba que ella y yo éramos diferentes, que no había química, que mi valor como amigo escapaba mesuras pero nunca se adentraría en lo romántico. Yo asentía y le regalaba toda mi cordialidad.</div><div>Paula fue un acertijo que tardé casi un año en descifrar - y cuando por fin di con la solución, me encontré con un “demasiado tarde”. El momento en el que nos dijimos que la fuerza de nuestro lazo era la amistad fue el momento en el que dejamos de ser amigos. La verdadera fuerza de nuestro lazo radicaba en la esperanza: mi esperanza remota en que mi sentimiento fuera correspondido y su esperanza en que yo pudiera aguantar un poco más en mi burbuja de sueños para no tener que decir adiós tan pronto.</div><div>Ese día pretendimos que la despedida era en verdad una nueva esperanza y cada uno exhaló por fin al llegar a su casa: nueve meses después de empezar habíamos revelado nuestras manos de póker y, para bien o para mal, había ganado la casa.</div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-7032849547840702842011-08-02T19:20:00.005-04:302011-08-02T19:22:53.047-04:30Rompecabezas<div style="background-color: transparent; font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span id="internal-source-marker_0.7357692492660135" style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; ">Natalia y yo calzábamos como un rompecabezas. Y no en un sentido metafórico sino más bien en uno puramente físico. Podíamos dormir abrazados con una comodidad pasmosa - nunca, ni antes ni después, he podido conseguir la manera de amoldar mi cuerpo a ningún otro con tanta facilidad. Nuestros brazos eran cilindros de plastilina, nuestros cuerpos masa y molde. Cuando éramos uno, no había manera humanamente posible de conseguir la línea divisoria. El sellado era hermético - la integración, total. Nuestras fisicalidades, juntas, emulaban a una estatua de Shiva: dibujaban una harmonía casi mística, retrataban una paz que trascendía lo físico y penetraba en lo surreal.</span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; "></span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; ">La primera vez que desperté con ella en brazos, necesité cuatro minutos enteros para hacer sentido de mi posición inverosímil antes de siquiera abrir los ojos. Mi cuerpo se sentía pesado, caliente; mi humanidad se sentía compleja. En el desconcierto del recién despertado comprendí vagamente que lo que mi mente asumía como mi cuerpo no era sino la suma de nuestras dos humanidades. Me costó discernir la separación no porque me encontrara desorientado, sino porque la ranura que nos separaba era irreconocible. Cuando por fin abrí los ojos me conseguí una sonrisa vaga recostada sobre mi pecho, unos ojos sellados que descansaban serenos e imaginaban algún mundo fantástico y lejano. Cuando pienso en Natalia, mi mente salta inmediatamente a esa imagen, esa sonrisa, esa confusión de cuerpos.</span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; "></span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; ">Natalia y yo. Calzado perfecto.</span></div><div style="background-color: transparent; font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; ">Empuje las dos piezas hasta escuchar que hagan</span><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; "><i> clic</i></span><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; ">.</span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; "></span><br /><span style="font-size: 10pt; font-family: Tahoma; color: rgb(0, 0, 0); background-color: transparent; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap; "><i>Clic.</i></span></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-51119532541696001812011-05-30T19:16:00.003-04:302011-05-30T19:20:47.942-04:30Manolo<div><i>Hace años <a href="http://chipiblog.blogspot.com/2006/08/crnicas-parisinas-de-cementerios-y.html">relataba la historia</a> de mi encuentro con la tumba del gran Soto y, para describir al jardinero que se hizo camino entre las lápidas hasta encontrar la piedra blanca del artista cinético, quise evocar la imagen de un chofer veterano descifrando el laberinto de una ciudad que vio crecer.</i></div><div><i>Esa ciudad era Caracas. Ese chofer era Manolo.</i></div><div>Manolo era un ancla. Un personaje de aquellos que ya son viejos cuando uno nace pero a la vez nunca envejecen. Vivo desde siempre y desde siempre así de viejo, sabía todo sobre Caracas porque fue taxista. Sabía todo sobre mi familia porque llevó a mi papá y a mis tíos al colegio. Vivía en una casita por La Candelaria porque su verdadera casa estaba en las Islas Canarias - pero Manolo no veía razón para volver a las Islas y no las visitaba desde que era un niño. Y Manolo siempre había sido viejo.</div><div>A la hora de cualquier viaje, era siempre Manolo el que nos llevaba al aeropuerto. Los cinco en la camioneta más Manolo al volante: la única manera de que mi papá cediera el timón era si estaba Manolo. En parte por cariño, en parte por respeto y en parte por costumbre. No puedo recordar a mi papá sentado en el asiento de copiloto sin recordar también a Manolo.</div><div>Para echadores de broma, Manolo. Con él siempre había que estar en guardia: ataques de cosquillas, maniobras automovilísticas relativamente cuestionables, acercamientos sigilosos - todos parte del arsenal de Manolo. Pero en nuestra cuenta personal quedamos empatados a uno. Con apenas cuatro años le aventé una caja de cigarros por la ventana del carro para que dejara de fumar. Cuando cumplí 18 me atormentó durante mi prueba de manejo hasta el punto en el que quedé inmóvil y aplazado.</div><div>Manolo trabajó unos años en el negocio de mis padres. Manejando - siempre manejando. Transportando mercancía, manteniendo los carros y ganándose la simpatía de quienquiera que se cruzara en su camino. En una localidad en la que mi papá era símbolo de autoridad era increíblemente refrescante oir el grito áspero de Manolo tratándolo como si fuera su hijo.</div><div>Manolo era Obi-Wan, Sabina y Clint Eastwood. Cuando, con setenta u ochenta (¿Quién sabe, cuando se trata de Manolo?) volvió a su Isla y preguntó por su madre, inmediatamente lo llamaron por su nombre. Regresó sin palabras, y por primera vez en sus ojos vi a Manuel, el niño. El círculo estaba completo.</div><div>Si alguien maneja la carroza que va al Cielo, ese alguien es Manolo.</div><div>Leven anclas.</div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-37740475375571329572010-11-21T23:26:00.003-04:302010-11-21T23:36:26.713-04:30Para Ada.<span style="font-style: italic;">De unas teclas, de un adiós, de una carta de amor de la que no quise guardar nada. Nada se perdió, todo se esfumó. Solo quedó Ada.</span><br /><br />Mi perfecta imperfección, mi noroeste, mi cama sin almohada.<br />Mi vaso medio vacío, mi autogol, mi tráfico de madrugada.<br />Mi péndulo, mi amor bisiesto, mi manzana envenenada.<br />Mi rima asonante, mi error no forzado, mi gripe mal curada.<br />Mi hiato, mi simetría impar, mi sonrisa forzada.<br />Mi cementerio de amor, mi preludio, mi encrucijada.<br />Alguna vez mi todo. Hoy mi nada.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-39706260999958730062010-06-02T21:49:00.002-04:302010-06-02T21:53:54.813-04:30Un día lluviosoDeshauciado, lanzo mi mirada a través de la ventana y dejo que el asíncrono gota a gota haga de acompañamiento al cuadro lluvioso que mi soledad completa. En la distancia, un salpicar tan acuático como mecánico me recuerda que aún hay otros cuerpos que habitan en esta ciudad y, por asociación, mi mente salta automáticamente a ti.<br /><br />Miro atrás y delante pero sigo sin poder encontrarte. Pero ya no me importa mi pasado igual que no me importa mi futuro: te necesito ahora, conmigo. Te necesito como podría necesitar a cualquiera, pero no quiero a nadie sino a ti.<br /><br />El día derrama sus últimas lágrimas a oscuras y aún hay espacio en mi cama para uno más. Aún hay espacio en mi mano para otra mano. Aún hay espacio en mi sonrisa para tus labios.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Esperanza</span> no es una palabra que me puedo dar el lujo de pronunciar, así que preparo una hora para mi derrota y procedo a marcar tu número.<br /><br />Cuando el día llega a su fin, duermo usando las dos almohadas - mi cabeza recostada en alto, casi como esperando oir el salpicar de unas pisadas que, entre la lluvia, se aproximen a mi portal.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-86587584849515126512010-03-11T17:33:00.001-04:302010-03-11T17:33:48.837-04:30Elena y PauLa última vez que estuvo allí, Pau tomó su mano mientras subían cada uno de los cuatrocientos sesenta y tres escalones que separan al resto de los mortales de la vista más espectacular de Florencia.<br /><br />Habían despertado en su cama y, todavía envueltos entre las sábanas, Pau había descubierto que ella nunca había subido a la cúspide del Duomo. Tres meses y medio después de su llegada todavía no conocía el mar color rojo ladrillo que los tejados de Florencia colaboraban para crear. Insólito, inaudito - tenían que ir ahora mismo.<br /><br />Le prohibió mirar por las ventanitas de la estructura para, según decía, maximizar el impacto de la visión final. Finalizado el ascenso, tapó sus ojos y la llevó al lugar exacto que había bautizado ya hace años como su punto de vigilancia favorito. Cuando le devolvió la vista, Elena comprendió. Esto era Florencia.<br /><br />Volteó a mirar a Pau y descubrió su nombre tallado sobre el mármol de la estructura. Las tres letras casi se perdían entre el mar de firmas y testimonios que tantos visitantes habían plasmado allí, pero ella no tuvo problema en encontrarlas, como tampoco habría tenido problema en encontrarlo a él entre el mar de tejados rojos.<br /><br />Hoy admira la fachada del Duomo mientras se pregunta dónde estará Pau. Casi cuatro años después de aquél día no recuerda instantes tan vívidos como los que firmaron juntos entre las calles de Florencia. La sensación de vacío en su estómago se acrecienta y las lágrimas silenciosas se asoman por sus ojos casi a razón de una por escalón. Ni siquiera considera asomarse a alguna de las ventanitas.<br /><br />Una vez en la cima cierra los ojos: es la única manera en la que sabe volver al lugar exacto. Al abrir los ojos busca las letras - otras letras. No busca el nombre al que pertenece ese pedazo de su corazón sino un mensaje que recuerda claramente por la tristeza que invocó en ella hace cuatro años.<br /><br />"Beautiful. I will come back with boy".<br /><br />Vuelve su mirada hacia el horizonte e imagina a Pau tambaleando sonriente entre los caminos de Florencia. Derrama la última lágrima con su nombre mientras recorre con las yemas de sus dedos, ahora sí, las cicatrices que él dejó alguna vez en la columna marmórea. Las reconoce. Son las mismas que, hace cuatro años ya, se dibujaron en su corazón.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-12681047843706022842010-02-20T21:11:00.001-04:302010-02-20T21:11:57.697-04:30Los canales de VeneciaTus codos descansan sobre tus rodillas y tus manos soportan un rostro que no muestra ningún rastro de esperanza. Me explicas cómo la vida parece haber perdido todo el sentido y cómo hace tiempo que todo tu cuerpo se encuentra en un hormigueo constante, en la frontera entre despierto y dormido.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Necesito despertar</span>, me dices. <span style="font-style: italic;">Necesito volver a sentir que estoy viva</span>.<br /><br />No sé cómo llegamos hasta acá, pero sí sé que no te puedo dejar continuar con esto. No hace falta llegar al extremo para sentirse vivo, sólo hace falta abrir los ojos y observar el mundo. Entonces me tomas del brazo y me llevas al acantilado.<br /><br />Un cielo naranja se levanta como una cortina que demarca el final de la masa azul que se revuelve cientos de metros bajo nuestros pies. Quieres saltar, quieres caer, quieres resbalar pero yo te tomo de la mano y te hago retroceder. Tú tiras con más fuerza y, en vez de empujarme hacia el abismo, me arrastras contigo a la orilla del mar.<br /><br />Entramos corriendo, tomados de la mano, saltando las olas hasta que nuestras rodillas ya no logran asomarse sobre la superficie del mar. Manos entrelazadas, siento como tu cuerpo, totalmente sumergido, lucha por volver a la superficie. Cuando tu rostro emerge de la profundidad me miras a los ojos y me dices que tenga cuidado al sujetarte. Te zafas de mi abrazo.<br /><br />Entonces todo cambia. El agua se calma, el cielo se aclara, la corriente se detiene y la inmensidad del mar muta en contenedores pedrestres. Estamos sumergidos en un canal, tu espalda contra un muro y tu cintura en mis brazos. Bajo el agua nuestros cuerpos no pueden temblar, no saben dudar. Te sujeto de nuevo con fuerza y recuesto mi frente de la tuya.<br /><br />Tienes que confiar en mí, yo estoy aquí para cuidarte. ¿No confías en mí?<br /><br />Cierras los ojos y asientes. Mis labios se encuentran con los tuyos y soy capaz de sentir cómo sonríes. Por fin, sonríes.<br /><br />Aquí y ahora somos felices. No hacía falta saltar para despertar. Sólo hacía falta un corazón que te convenciera de que esta vida está llena de color.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-74774466629047825732009-07-31T22:29:00.001-04:302009-07-31T22:29:46.292-04:30Marta y el vóleySolamente una vez la vi llorar. Era el partido final del clasificatorio a los Nacionales y el equipo desperdició una ventaja de dos sets. Ella desperidició una ventaja de dos sets. Porque ella era el equipo. Y el equipo era ella.<br /><br />Cuando saltaba para rematar una pelota colocada, cada alma en el polideportivo aguantaba el aliento. Dos piernas imposiblemente largas la impulsaban hacia las alturas y en el punto más alto de su vuelo se detenía como flotando. La pelota seguía ascendiendo hacia la cúspide de su arco pero ella se mantenía inmóvil, inmune a los caprichos de la gravedad. De la nada un espasmo sacudía su cuerpo y cada uno de sus músculos se concentraba en estrellar el balón en la cara de algún desafortunado oponente. No sé cuántos dedos oí quebrarse en bloqueos inútiles, cuántas veces reconocí auténtico terror en el rostro del receptor de tan perfecto mate. Luego volvía al suelo lista para continuar el punto: ella era la única que contemplaba la posibilidad de que su ejecución no fuera perfecta.<br /><br />Ya cuando su vida empezaba a tomar un giro que la alejaría para siempre del voleibol, la pierna de Marta decidió ceder y acelerar el proceso. En el exacto momento en que se oyó el "crac" que dejó escapar su rodilla, pude descubrir en sus ojos el entendimiento de que su último mate ya había pasado. Ni ella ni yo consideramos nunca la posibilidad de su vuelta. Si nos preguntaran, ninguno sabría quién ganó los Nacionales de ese año.<br /><br />Hoy Marta comparte mi cama, mi vida y mis horas. Siempre baja del autobús con la pierna izquierda y prefiere utilizar el ascensor cuando es posible. Sé reconocer en su cara cuando piensa en el vóley porque sus ojos recuperan ese aire desafiante. Y porque a veces en ellos se forman lágrimas. Lágrimas que sólo he visto correr libremente una vez: cuando el equipo, cuando ella, desperdició aquella ventaja de dos sets.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-297131593177719952009-05-14T23:21:00.001-04:302009-07-18T12:10:33.361-04:30Balseros<p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE">Hasta ahora, el tanque metálico había mantenido su hermetismo. El niño observa como una fisura finalmente se manifiesta sobre el cuerpo de la balsa improvisada y decide colocar todo su peso sobre ella por intermedio de su pie. Los trozos de óxido fosilizados devuelven la presión y una sensación de vacío en la planta del pie le confirma que el artilugio funciona. La histeria ha afilado sus instintos. La oscuridad le ha hecho olvidar que es niño. Hace dos días que el temporal lo convirtió en hijo único.<br /></span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE">El padre contempla el horizonte con ojos desesperados por aferrarse a algo que rompa la monotonía de la masa azul que los llena desde hace días. Pero sus anhelos vacilan, indecisos, sobre lo que busca su mirada: aunque la tierra firme signifique la vida, no puede suprimir el deseo de conseguir la silueta del pasajero perdido. Gira la cabeza hacia atrás para sonreírle al niño y lo descubre adulto, pero también hambriento y visiblemente afligido. Hace muchas horas que sobreviven aferrados al vínculo paterno que los une, y nada más. Vuelve la mirada al frente y se percata de que a lo lejos lo espera una cinta oscura que recuerda haber visto sólo en sueños. Sabe que no alucina: el momento para eso pasó ya hace mucho.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE">Boca abajo, brazos como remos, el padre exprime sus fuerzas hasta el límite. Sorprendido por la soledad de sus actos, le basta mirar al niño por segundos para comprender que algo anda mal. El niño señala su pie y el pequeño riachuelo granate que de él emana. Intercambian miradas de entendimiento y cada uno continúa con su trabajo indispensable: se niegan a entregar a un segundo tripulante a la profundidad.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p><div style="text-align: justify; font-family: verdana;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:verdana;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-VE">Las miradas de padre y niño están repletas de una confianza burlesca que parece provocar al agua, explicándole que nunca dudaron que llegarían a la costa de Florida. Finalmente los pies del padre tocan tierra. Emerge de la costa con el niño en brazos, como empujado por la marea. A la distancia, el tanque metálico se sumerge para siempre.</span></p>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-43319775582297131842009-04-20T22:03:00.003-04:302009-04-20T22:08:23.270-04:30Dale, RojoIncreíble lo del Caracas FC, que en su <a href="http://www.caracasfutbolclub.com/">página principal</a> tiene audio (¿Grabado del estadio? no sé, no creo...) de "Dale dale rojo". Sorpresa demasiado grata, sobre todo tomando en cuenta que estoy en Pittsburgh y extraño los juegos del Caracas casi tanto como las arepas.<br /><br />Proyección astral al estadio coretsía de<a href="http://www.caracasfutbolclub.com/"></a> <a href="http://www.caracasfutbolclub.com/">caracasfutbolclub.com</a>. 20 puntos.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-30194610290212141012009-03-09T00:28:00.004-04:302012-04-08T11:08:14.118-04:30La vuelta<span style="font-style: italic;"><span style="text-align: justify; font-size: 100%; font-style: normal; ">El punto exacto en el que recobró conciencia se pierde en un mar de pensamientos que vacilan entre sueño y razonamiento. Se descubrió arropado, casi sofocado, y apartó de golpe la manta que lo cubría; a la vez abrió los ojos. La avalancha de información que se le vino encima chocó con su recién despertar y lo dejó perplejo; los volvió a cerrar. Comenzó a construir una imagen en la oscuridad. No tenía camisa; su lugar de reposo se sentía rígido, casi rocoso; no lograba identificar una parte de su cuerpo que no crujiera de dolor. Dio una segunda oportunidad a la visión y pudo rellenar la escena: la habitación era casi una cueva, sus paredes eran oscuras y la humedad acumulada sugería que algo más de iluminación revelaría una cámara mohosa, mientras que la poca luz que entraba lo hacía por una apertura que servía de puerta; detrás, el verde de un campo completaba el cuadro.</span><br /></span><div style="text-align: justify;"><br />Colocó los pies sobre el suelo y lo sintió frío: también estaba descalzo. Intentó incorporarse, pero los pies cedieron ante el dolor que implicaba soportar su peso. Sentado de nuevo sobre su lecho dio rienda suelta al dolor por un instante, se llenó de él. Las punzadas comenzaron por los pies, pero luego las identificó también en las manos, cubiertas de astillas; una respiración profunda añadió agonía en las costillas y la espalda. Le sonrió al dolor y ahora sí se puso en pie. Se dirigió al campo tras doblar cuidadosamente la manta y colocarla donde hace minutos reposaba su cuerpo.<br /><br />El aire fresco disparó en él la necesidad de hilar recuerdos para explicar su situación actual. La cámara, la ropa, las manos, la espalda: piezas de un rompecabezas con una solución que se mostraba elusiva. Nada más pensar en qué día de la semana sería disparó un dolor de cabeza insoportable. Arrancó a caminar.<br /><br />Sus pasos parecían aliviar gradualmente la agonía. Se percató de una sensación de calma que lo había llenado desde el momento en que despertó en la cueva y, como por instinto, se volvió hacia ella. Desde la distancia reconoció las siluetas de dos personas y salió a su encuentro. La reunión ocurrió frente a la cueva, como si el evento hubiera sido programado con anterioridad. Las siluetas pertenecían a dos chicas a las que conocía desde hacía un tiempo. A unos metros de la entrada unos hombres, aparentemente dormidos, descansaban sobre el piso; no los había notado al despertar.<br /><br />La teoría del encuentro programado se desbarató al notar que los rostros de las mujeres delataban sorpresa, casi disgusto, por encontrarlo aquí. Se limitó a preguntar "¿Dónde están los muchachos?". Lo refirieron a la casa de uno de ellos y se retiraron con prisa. Luego de verlas confundirse con el horizonte, procedió a su nuevo destino.<br /><br />Cada metro recorrido parecía traer consigo un trozo de recuerdo, un pedazo de vida. La aspereza de la calle bajo sus pies lo llevó de vuelta días atrás. El ruido de la multitud le multiplicó las fuerzas. Al llegar a la casa se detuvo frente a ella y estudió la puerta: el momento había llegado, el dolor ya no existía. Esta vez las caras de sorpresa estaban en todos los rincones, pero una a una fueron mutando en alegría: era realmente él. Cuando la incertidumbre se redujo a un sólo portador, lo llamó a su lado y le dijo: "Ven, Tomás. Pon tu mano en mi costado".<span style="font-style: italic;"></span><br /><span style="font-style: italic;"></span></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-54522884027115874822008-07-24T11:31:00.002-04:302008-07-24T11:36:02.585-04:30El Dilema<div style="text-align: justify;"><span style="font-style: italic;">Premisa: prohibido usar los verbos "ser", "estar" y "haber" y sus conjugaciones. Prohibido usar las palabras "que" y "porque". Narración en primera persona. Máximo 20 líneas en Times 12 (Word) y desenlace en máximo 4 líneas. </span><br /><br /> Tomé una Biblia en cada mano: de un lado, la copia fiel hospedada desde siempre junto a mi cama; del otro, su recién adquirido reemplazo. Contemplé el viejo ejemplar y me pregunté cómo disponer de él. Repasé sus heridas de guerra: esquinas gastadas, páginas rotas, lomo desprendido; no parecía viable regalarla. Tampoco guardarla, pues sólo tenía necesidad de <span style="font-style: italic;">una </span>Biblia. Además, me daba vergüenza donar algo en ese estado. Consideré por útlimo echarla a la basura; al instante me sentí un poco menos cristiano.<br /><br /> ¿Cómo disponía entonces la gente de sus viejas Biblias? Llamé a algunos amigos: muchos no tenían Biblia, pocos tenían la costumbre de revisarla – y la mantenían guardada en un estante – y ninguno me tomó en serio. “Guárdala donde quepa” parecía ser el consenso general entre ellos. Luego hablé con algunos Hermanos de mi viejo colegio: hombres de Iglesia con una visión religiosa extremadamente simple y clara. “Dónala, no importa cuán gastada se encuentre”, me dijeron. Si pudieran ver su verdadero estado no dirían eso, pensé.<br /><br /> Supuse entonces a miles de personas en mi situación e imaginé a las Biblias como objetos indestructibles. El miedo a la simbología implícita en el acto de destruirlas nos impediría para siempre deshacernos de ellas y un día nos encontraríamos ahogados en mares infinitos de Biblias, sin posibilidad de defendernos.<br /><br /> Llegué entonces a una decisión: puse la Biblia en una bolsa y la tiré por el ducto de basura. No lo hice para evitar ese futuro hipotético, ni para probarle nada a nadie. ¿La razón? El Único a quien me dolería ofender, pensé, seguramente no le daría importancia.<br /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-8263670675051546542008-07-17T23:07:00.001-04:302008-07-17T23:10:41.808-04:30El Boceto<div style="text-align: justify;"> El timbre del teléfono a las tres de la madrugada de ese martes no pudo haber significado nada más. Escuché cómo fue descolgado y devuelto a su base apenas quince segundos después, seguido del encendido de una luz y la apertura del guardarropa del cuarto de mis padres. Ya todos teníamos un traje oscuro listo para ser usado, aunque ninguno lo hubiera admitido. Había muerto mi abuelo.<br /><br /> Fue tres años después que me dispuse a registrar sus antiguas pertenencias en busca de algún tesoro olvidado, alguna camisa antigua a la que la moda cíclica hubiera devuelto vigencia o algún recuerdo que solo tuviera valor para mí. Pero, sobre todo, quise buscar el boceto.<br /><br /> Abrí la puerta de su estudio con ese cuidado reverente que caracteriza las acciones de quienes usurpan las viviendas de los fallecidos. Un escritorio majestuoso amenazaba con atacar a cualquier intruso y defendía a una silla de cuero que hace tiempo había perdido la esperanza de volver a soportar el peso de su dueño. Las paredes estaban cubiertas con retratos de mi abuelo junto a otros directivos del banco y algunas repisas mostraban, orgullosas, trofeos y fotos de los caballos más exitosos que tuvo; mi padre me hubiera podido contar la historia de cualquiera de ellos con exquisito detalle. Cerré la puerta detrás de mí y di tres pasos hacia adelante, hasta situarme en una aproximación del centro exacto de la alcoba. Recordé a mi abuelo sentado en la silla de cuero, registrando las gavetas y sacando del fondo de la gaveta más baja un billete de cinco mil bolívares: era una ceremonia que hacía casi todos los domingos para los primos, y que repitió siempre para mí, el único de nosotros que nunca se aburrió del tonto ritual. Sonreí; lo único que me separaba de ese momento era una capa de polvo.<br /><br /> Casi pidiendo perdón a los retratos, decidí perpetuar el leve sacrilegio y sentarme en la silla de cuero. El polvo que levantó mi peso ocasionó una tos contra la que no quise luchar, aceptándola como la menor de las consecuencias de mi intrusión en este espacio. Abrí las gavetas y las descubrí vacías; no me sorprendió: ya al entrar noté algunas irregularidades en la capa de polvo que delataban ciertas usurpaciones previas. El reloj de péndulo, el esquinero, la lámpara de escritorio – todos en casa de algún hijo o nieto. Dudé por un instante si en realidad conseguiría el boceto.<br /><br /> El dibujo en cuestión solía pasar desapercibido, pero bastaba admirarlo fijamente por más de diez segundos para comprender que tenía algo mágico. Los trazos de grafito parecían accidentales, pero a la vez revelaban la intimidad indefensa de una casa en un bosque. La fuerza del retrato era tal que uno casi podía sentir compasión por la triste cabaña, deseos de habitar en ella para hacerle compañía. Me gustaba perderme en el boceto por minutos e imaginar a unos hipotéticos hijos jugando en los linderos de los árboles vecinos. En una ocasión, mi abuelo me sacó del trance en el que me colocaba la cabaña diciendo "Casi más nadie sabe que es un original de Reverón"; fue lo último que me dijo con completo uso de razón. Un día, el boceto ya no estaba.<br /><br /> Para nadie fue fácil lidiar con la locura que atacó a mi abuelo. Era terrorífico ver a un hombre que siempre fue tan lúcido estar fuera de sí. Cuando por fin se dormía todos parecíamos pensar "¿Qué será lo que nos espera a nosotros?". Pero al principio, sobre todo al principio, los momentos de lucidez eran frecuentes. Luego de su muerte fui descubriendo poco a poco, en conversaciones familiares, que la mayoría de sus travesuras secretas me las confió solamente a mí, y casi todas en esos momentos de lucidez. Fue cuando hice ese descubrimiento que recobré la esperanza en el boceto.<br /><br /> Estiré el brazo y busqué a ciegas bajo la silla el relieve de una pequeña llave, como lo descubrí haciendo en una ocasión - creía yo que por error. Retiré la llave; la cerradura de la gaveta inferior parecía un poco dañada, pero no forzada: todos sabían que las cosas de verdadero valor las guardaba en la caja fuerte. Al fondo de la gaveta, bajo una pila de billetes de cinco mil bolívares, me invitaba tristemente el boceto laminado de una cabaña, un bosque, unos trazos casi accidentales.</div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-13490839214746055582008-05-05T23:32:00.003-04:302008-07-17T23:11:08.428-04:30Accidente<span style="font-style: italic;">Escrito violentamente en un taller de narrativa.</span><br /><br /><div style="text-align: justify;">Seguramente tenía puestos unos shorts azules y una franela de Educación Física, porque estaba en las gradas del campo de fútbol. Aunque quizás no porque, ahora que lo pienso, creo que todavía no había ni empezado el Kinder. El artefacto accidental en cuestión era un juguete de Cajita Feliz que, ahora sí, me atrevería a jurar que era color naranja. Color naranja con una hélice morada, no hay duda. Ingenioso juguete con ruedas que al acelerar contra una superficie dura hacía volar la hélice por los aires y en consecuencia cualquier niño con short azules y franela de Educación Física (o tal vez no) rodaría estrepitosamente por las gradas del campo de fútbol.<span style="font-style: italic;"><span style="font-style: italic;"><span style="font-style: italic;"></span></span></span><span style="font-style: italic;"></span><br /><span style="font-style: italic;"></span></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-64534427709143043642008-03-13T01:16:00.002-04:302008-03-13T01:35:05.480-04:30Conexión perdida<div style="text-align: justify;">Para mí, es totalmente increíble. Pero no increíble de improbable, sino increíble de asombroso. De genial. De mágico, casi.<br /><br />Tampoco tanto, pues, pero debo admitir que conecté en gran nivel con esta página web. Es una de las tantas secciones de <a href="http://www.craigslist.org/about/sites.html">Craig's List</a>, que a su vez es una especie de página creada para el contacto universal e intercambio de recursos/necesidades, organizada por ciudad - principalmente en Estados Unidos. En general, si necesitas vender, alquilar o comprar algo (o alguien) o si estás buscando eventos, discusión, trabajo o acompañantes, craigslist es un buen lugar para empezar. De por sí es una página genial, ultraliviana por su simpleza y, hasta donde yo sé, automoderada.<br /><br />Pero nada de eso es lo que me marcó. Lo que me marcó fue la sección de Missed Connections. La idea es genial y, obviamente, extremadamente sencilla. Digamos que entras a una librería o que vas al cine (*ahem*) y la chica que te atiende te llama bastante la atención. O digamos que ves al amor de tu vida en el metro. O que siempre te ha parecido espectacular la mujer que está en tu clase de Estadística. Incluso digamos que viste a alguien que te encantó en un local, pero nunca tuviste oportunidad de hablarle. Craigslist, ayudado por su popularidad, provee la página de las <a href="http://newyork.craigslist.org/search/mis/?query=m4w">Missed Connections</a> para que lances tus dados al viento y hagas un intento desesperado por establecer contacto.<br /><br />"A eso de la media noche en la bilbioteca, tú estabas imprimiendo unas cosas y yo iba saliendo. Hicimos contacto visual. Yo tenía un sweater verde de capucha y tú una camisa roja."<br /><br />Poesía contemporánea pura, V2.0.<br /><br />Decenas de cabos sueltos por ciudad, que buscan ser atados desesperadamente. Y dentro de la incredulidad o el desprecio a una idea tan aparentemente jalada por los pelos, resaltan de vez en cuando tópicos con respuesta.<br /><br />"¿Zapatos de qué color?".<br />"¿A qué hora del día?".<br />"¿De quién era el toque?".<br /><br />Y a veces, magia pura. "Sí, era yo. La próxima vez que vayas al local te acercas y me hablas sin problema": demasiado especial para siquiera pensar en que sea un impostor.<br /><br />Y el que nunca haya tenido una conexión perdida, que tire la primera piedra. O mejor, que no postee.<span style="text-decoration: underline;"></span><br /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-47476215589601896412008-01-28T22:33:00.001-04:302008-01-29T12:59:48.091-04:30El General<div style="text-align: center;"><br /><span style="font-weight: bold;">El General</span><br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvVmgk7wEtBJ-3U9287mRMHGqOUYduAGWE_FuCOEGc-TQcN99hpqFlhZ35tFsAdGPQKQC5eM1sRYfUBygwIaTqclvWnQrK5yB4M8uTU8f5WDzYtVhjgndMT0LghGjoqrvLR5Db6w/s1600-h/El_General.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvVmgk7wEtBJ-3U9287mRMHGqOUYduAGWE_FuCOEGc-TQcN99hpqFlhZ35tFsAdGPQKQC5eM1sRYfUBygwIaTqclvWnQrK5yB4M8uTU8f5WDzYtVhjgndMT0LghGjoqrvLR5Db6w/s320/El_General.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5160729279639837602" border="0" /></a>Wikipedia dice que muchos lo consideran el padre del reggaetón.<br />Sus padres (los abuelos del reggaetón, asumo) son Catalina y Víctor.<br />Él se llama Edgardo.<br />Edgardo Franco.<br />Franco. El General.<br />En serio.<br /><br /><div style="text-align: right;">Wikipedia | <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/El_General">El General</a><br /></div></div><div style="text-align: center;"><br /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-86259807669695718042008-01-11T18:20:00.000-04:302008-01-11T18:21:51.483-04:30Soneto para la mujer de ahoraSoneto para la mujer de ahora<br /><br />En la forja de Eros, dice el destino,<br />se crean amantes con fecha y hora;<br />se creó para mí la mujer de ahora<br />por la que hoy brinda mi copa de vino.<br /><br />Sé, sin saberlo, que ella es mi camino<br />mi sed, mi canción, mi noche, mi aurora,<br />mas cómo explica súbdito a Señora<br />que caben los dos en un camerino.<br /><br />Duele su ausencia lo que dura el día,<br />duelen sus espinas de lejanía:<br />quisiera mi sangre brotar por ella.<br /><br />Duele el dolor de saber que mañana<br />no dolerá su sonrisa lejana<br />y otro "ahora" borrará su huella.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-80457019230447212762008-01-07T18:49:00.000-04:302008-01-07T18:58:04.409-04:30Claudia y el IngenieroSon las dos de la mañana y yo estoy acá, sentado en un sillón y con internet inalámbrico robado escribiéndote un e-mail. Pero el mío no es morado, porque yo soy una persona seria.<br /><div style="text-align: justify;"><br />Esto de viajar como que le sienta bien a la cabeza; definitivamente uno ve las cosas más claras, como obligado a analizarlo todo desde la posición espectador. Además que viajar le desarrolla a uno las habilidades de vándalo del <span style="font-style: italic;">wireless</span>, cosa que definitivamente no está nada mal y que - podría asegurarlo sin duda alguna - forma parte del proceso evolutivo del ser humano. De mono a hombre y luego a hombre que selecciona instintivamente de la lista de redes disponibles la que tenga mejor combinación de señal y no-encripción. Linksys3452, <span style="font-style: italic;">not secure</span>, tres rayitas, matanga.<br /><br />Procedamos. Así que acá desde mi posición ventajosa de claridad, que ya hemos discutido en el párrafo anterior y que por alguna razón que no comprendo seguimos discutiendo ahora, siento que puedo hablar del asunto que nos compete con mucha más calma y control. Ya que no existe duda de que todo el asunto en cuestión es culpa mía, de repente ayuda un poco para tu comprensión que te eche un pequeño cuento. El cuento es sobre cierto semi-ingeniero desesperante que llamaremos Chipi, sin temor a equivocarnos, y una individua bastante particular que llamaremos Claudia, sin temor a acertar. En algún punto Chipi decidió que Claudia era una tonta y que no había nada que hacer al respecto. Y la razón era bastante simple en realidad, porque siendo Claudia tan espectacularmente genial y siendo Chipi tan - y dame un ¡hurra! por el narcisismo - genial también, lo lógico hubiera sido que se juntaran amorosamente para conformar lo que por generaciones tras generaciones sería reconocido desde aquí hasta Pakistán como "el cénit de la genialidad, C.A.". Pero tú decidiste no hacerlo y yo, estupefacto, me miré a mí mismo y luego te miré a ti y sólo logré salir del trance tras balbucear un prácticamente inaudible "pues bien tonta que es...". Por el siguiente mes, aproximadamente, ese fue el mantra que me permitió seguir adelante con mis tareas regulares. Las probabilidades de que manejando, caminando, estudiando, comiendo o incluso durmiendo dejara escapar un repentino "¡tonta! ¡tontísima! ¡pero qué bruta!" eran considerablemente altas. Era un proceso de negación pasivo, bastante particular y seguramente parecido a algún síntoma de demencia.<br /><br />Y estaba yo en ese estado de incredulidad y estupefacción cuando llegó la bestia, el aniquilador, el que no escucha de sentimientos: el ingeniero. Es de nuevo mi culpa por tener una doble personalidad tan desbalanceada y aterrorizante, pero la verdad es que no hay nada que hacer al respecto. El ingeniero vino armado con sus acostumbrados hierros y procedió a desgarrar sentimientos sin piedad hasta convertirlos en raíces cuadradas, números complejos y curvas asintóticas al eje x. Incluso quise buscar un símil simpatiquísimo para crear relación entre los viejos sentimientos y la métrica calculadora que quedó en su lugar, pero el ingeniero no trabaja con tal margen de error. Justiciero de la racionalidad, patrullero de la lógica. Y en mi cabeza, de repente, poco rastro de Claudia. Así que durante el siguiente mes nos hablamos incluso menos que el mes anterior. Nunca dejaste de gustarme, pero de repente no era capaz de conseguirte en mi cabeza. Lo primero en irse fue el olor de tu pelo y de ahí en adelante no hubo ya esperanza. El color de tus ojos, el sonido de tu risa, el calor de tus manos, la sincronía de nuestras mentes. Pero para acentuar la distancia siempre quedó ese último "no" de tu boca, cruel y resonante en mi cabeza día tras día; primero quitándome las fuerzas, pero ya a estas alturas haciendo de combustible para mejorarme cada día. Jamás te ganaste mi odio, pero en más de una ocasión te lo hubiera entregado sin pensarlo.<br /><br />La tristeza cedió el camino a la seriedad imperturbable y no fue hasta casi montado en el avión que me di cuenta de que el ingeniero se había excedido en su labor de rescate de emergencia. Todo sucedió en un instante, pero la revelación se sintió en mí como si alguien hubiera notado casualmente que un elefante reposaba sobre mis hombros y lo hubiera desplazado de allí. El momento fue mágico: estando yo a un paso de desaparecer dentro de la pasarela que conectaba a la terminal con el avión, decidí voltear hacia atrás justo a tiempo para descubrir que del baño de mujeres salía disparado, sin pantalones, un niño de unos tres años; el niño, sin duda disfrutando de su recién conquistada libertad, hizo contacto visual con quien presumiblemente sería su padre, que lo esperaba cerca de la puerta del otro baño, y arrancó a correr en dirección opuesta con el rumbo fijo y certero hacia una máquina de Coca-cola. Cuando llegó a la máquina se detuvo en seco, se sentó y esperó a la llegada de los padres, cuyas caras consternadas hacían contraste perfecto con su cara de felicidad. No fue hasta que solté la carcajada que entendí que llevaba un mes sin reirme.<br /><br />Así que llegué a este apartamento foráneo pero fresco y fue como entrar a un mundo nuevo. Busqué todas las maneras familiares de descargar mi risa y finalmente encendí la computadora. Sonriente, descubrí que tenía un e-mail nuevo, escrito en morado, en el que me deseabas feliz viaje. Entendí que te debía una explicación y un par de meses de risas y empecé a escribir este correo.<br /><br />Ahora son las tres cuarenta de la madrugada. El internet inalámbrico se mantiene fiel a su nuevo dueño. <span style="font-style: italic;">Google</span> dice que no existe tal cosa como "el cénit de la genialidad, C.A." y a mí no me gusta discutir con <span style="font-style: italic;">Google,</span> así que acepto que es así.<br /><br />Tendrían que inventar un buscador para lo que pudo haber sido.<img style="border: 1px solid blue; z-index: 90; opacity: 1; position: absolute; left: 301px; top: 28px;" id="smallDivTip" src="chrome://dictionarytip/skin/book.png" /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-19700757535277655392008-01-03T01:23:00.000-04:302008-01-03T01:25:11.385-04:30Lucía<span style="font-style: italic;">Febrero, 2006.<br /></span><br /><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;">Lucía.<br /><br />Lucía...<br /><br />Suspiro tu nombre y una lágrima viene a la vida. Una lágrima que cuenta nuestra historia, que nace en mis ojos, recorre mi cara y muere en mi boca. En mis ojos naciste, cuando te vi aquella tarde en esa ciudad que nos vio nacer en tantos sentidos, ¿Recuerdas esa tarde?... Seguro que sí. Recorriste conmigo un trayecto demasiado particular y lo hicimos nuestro. Nuestro trayecto. Nuestra historia. Nuestra vida. Y, como esa lágrima, moriste en mi boca. A veces pienso que fue el beso el que te mató, que moriste al sentir mis labios en los tuyos. Pero ahora comprendo que no te mató el beso, sino que sencillamente te negabas a morir sin besarme primero.<br /><br />Lucía.<br /><br />Otra lágrima. Otra vez naces, vives y mueres. Te amo, Lucía.<br /></div><span style="font-style: italic;"></span></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-18557093567445753422007-12-16T23:11:00.000-04:302007-12-16T23:13:03.835-04:30Amor y gramática<div style="text-align: justify;">Quise amarte. Quise verte entera, completa, de pies a cabeza, desde tu niñez hasta tu futuro, desde tus errores hasta mis brazos y entenderte perfecta. Quise quererte tanto que no me importaran tus defectos, que no me dañaran tus espinas, que no tuviera que pensar jamás en que pudiera existir algo diferente a tú y yo. Quise que mis adjetivos te adularan, que mis preposiciones trazaran caminos hacia ti, que mis sustantivos te complementaran y que mis adverbios nos llevaran a tiempos y lugares pensados exclusivamente para nosotros. Quise que al pensarte, mis ideas te hicieran reverencia.<br /><br />Pero nunca pude amarte y nunca quisiste que te amara, así que poco a poco mis palabras fueron escapando de ese universo mentiroso, de ese paraíso de adjetivos pomposos, para chocar contra una realidad dura pero refrescante. Y fue así, gracias a ti, que mi lírica se abrió camino entre una lista restringida de verbos hasta encontrar nuevas maneras de expresarse, hasta conseguir una familia de palabras que le hiciera justicia a los sentimientos. Para poder sobrevivir, mis pensamientos se vieron obligados a descubrir maneras de llegar a ti sin tener que hacer uso de los pronombres posesivos y mi corazón finalmente se revolcó entre nuevos tiempos verbales aprendidos, que anteriormente no podía ni imaginar que existieran: empecé a pensarte en pretérito, a sentirte en antecopretérito, a soñarte en antepospretérito.<br /><br />Quise. Abrazare. Había soñado. Habría amado. Hubiese querido. Hubiere besado. Hubiésemos estado. Habríamos andado. Hubiéremos sentido. De repente, las posibilidades eran infinitas.<br /><br />Cuando no pude atarte al pasado con mis sentimientos, lo hice con palabras. Si te pienso en presente te pienso lejos, si te pienso en futuro te pienso muerta. Pero mi pretérito, ese lugar recóndito donde conviven las sensaciones de todo lo vivido, se lo dedico todo a nuestro amor.</div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-52820470930039540772007-09-22T23:31:00.000-04:002007-09-22T23:36:29.842-04:00"En Venezuela el principal tema de conversación es Chávez, pero aquí de lo que hablamos es del clima".<p style="margin-left: 0em; margin-bottom: -0.5em; color: rgb(51, 51, 255);"><span class="eLema" style="font-size:130%;"><b> envidia</b></span><span class="eLema" style="font-size:130%;"><b>.</b></span></p><p style="margin-left: 0em; margin-bottom: -0.5em; color: rgb(51, 51, 255);"><span class="eLema"><b><br /></b></span></p><p style="margin-left: 2em; margin-bottom: -0.5em; color: rgb(0, 153, 0);"><span class="eEtimo"> (<a>Del</a> <a title="latín, latino o latina">lat.</a> <i>invidĭa</i>).</span></p><p style="margin-left: 2em; margin-bottom: -0.5em; color: rgb(0, 153, 0);"><span class="eEtimo"><br /></span></p><p style="margin-left: 2em; margin-bottom: -0.5em;"><a name="0_1"></a><span style="color: rgb(51, 51, 255);" class="eOrdenAcepLema"><b> 1. </b></span><span style="color: rgb(51, 51, 255);" class="eAbrv"> <span class="eAbrv" title="nombre femenino">f.</span></span><span class="eAcep"> Tristeza o pesar del bien ajeno.</span></p><p style="margin-left: 2em; margin-bottom: -0.5em;"><span class="eAcep">[...]<br /></span></p>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-28515341669440170932007-07-30T00:59:00.000-04:002007-12-23T12:07:05.670-04:30Once in a lifetime... and never again<div style="text-align: justify;">En algún punto de mi adolescencia, con casi total seguridad entre el '99 y el 2000, mi familia realizaba viajes frecuentes a Miami por razones de negocio; viajes a los que mis hermanos y yo -ellos mucho mayores y, por tanto, mucho más disgustados- nos veíamos arrastrados sin derecho a pataleo. Nunca nos gustó Miami como lugar vacacional, y el escenario repetitivo era el de los hermanos anti-playa sentados en la sala del apartamento, refugiados bajo el aire acondicionado y pasando el rato con la tele, los libros y ocasionalmente la piscina mientras los padres volvían de alguna reunión.<br /><br />Por las noches íbamos regularmente a alguna librería americana gigantesca y nos echábamos por separado en las alfombras a leer como si estuviéramos más bien en una biblioteca. Mis ratos los pasaba en los estantes de humor o de juegos de video, a veces en los de literatura adolescente coqueteando con las primeras páginas de libros que no estaba seguro si pondrían a prueba mi inglés hasta niveles en los que inevitablemente me vería derrotado. Lo cierto del caso es que pocas veces me llevaba un libro a la casa, consecuencia de lo cual era que la televisión se convertía en mi principal distracción.<br /><br />Por alguna u otra razón -tal vez para sacarme de mi miseria, tal vez porque en ese momento se le ocurrió que podía ser buena idea- mi hermano mayor me sugirió que comprara un libro: <span style="font-style: italic;">Harry Potter and the Sorcerer's stone</span>. El acto de comprar el libro no lo recuerdo con claridad, pero sí recuerdo varios días consecutivos en los que no pude separar mis ojos de sus páginas. Ese libro, desconocido para mí y todavía no muy conocido para el mundo entero, condensó en sus páginas un simboismo inmenso en cuanto a mi crecimiento se refiere: la conquista del primer libro relativamente largo en otro idioma y la iniciación a la lectura por placer. Encantado con lo que encontré tras esa carátula tapa dura -¡qué intimidantes que eran las carátulas tapa dura para mí!- busqué desesperado el segundo volumen de la saga y eventualmente el tercero: los únicos que habían sido publicados hasta el momento. Los siguientes cuatro libros de la saga los compré el día de su publicación -con la excepción, creo, del quinto libro- y me los devoré cada uno en pocos días; la saga la releí unas cuantas veces, incluyendo la relectura religiosa que venía acompañada con la salida de cada libro. Si cuando cerré el primer libro alguien me hubiera dicho que todo eso pasaría, no lo hubiera dudado ni un momento.<br /><br />Pero hubo algo que hasta ahora no comprendí, algo que me llena de alegría: mi descubrimiento de Harry Potter se vio envuelto en una especie de autonomía que me hace sentir a esos siete libros más míos, me obliga a colocarlos más cerca de mi corazón. Y es que antes de enamorarme de las líneas de los libros, no fui objeto de ninguna expectativa creada en su entorno, no sentí una presión a amar u odiar el libro, no existía esa especie de castigo a la indiferencia que acompaña a las obras de alto peso cultural, según el que se espera que cada ser inteligente formule una opinión personal con respecto a la obra y se atenga a ella. Hoy, 30 de julio de 2007, nadie es capaz de leer Harry Potter y olvidar que lo leyó; el libro arrastra consigo un peso tal que obliga al nuevo lector a evaluar sus páginas con ojo crítico: ya sea con o sin predisposición, es virtualmente imposible que alguien tome un libro de Harry Potter sin tener al menos una vaga idea de qué es lo que encontrará dentro.<br /><br /></div><div style="text-align: justify;">Es así que entiendo que la oportunidad que tuvimos yo y todos los que empezamos a leer a Rowling hace tanto tiempo es prácticamente irrepetible. Así como no es fácil leer <span style="font-style: italic;">El Señor de Los Anillos</span>, <span style="font-style: italic;">Cien años de soledad</span>, <span style="font-style: italic;">Rayuela</span> o <span style="font-style: italic;">Dracula</span> (sin ánimos de comparar ninguna de las obras entre ellas) sin etiquetarlos como "clásicos" y sin sentir que las obras pesan entre las manos mucho más que el el peso acumulado de las hojas de papel que las conforman, será muy poco probable que algún niño se tope con los libros de Harry Potter accidentalmente y experimente gracias a ellos la sensación de haber realizado un descubrimiento invaluable; y aunque lo haga, le bastará con mirar a los lados para entender que antes que él hubo muchos más. Por eso hoy yo sonrío cuando entiendo que al cerrar ese libro aquel verano pude haber olvidado a Harry y sorprenderme luego al ver el revoloteo que se armó a su alrededor, pero que en cambio le abrí mi corazón y por mí mismo, apenas entrando en la adolescencia, decidí que lo que estaba leyendo me gustaba. Quién sabe si alguna vez en la vida tendré otra oportunidad como esa.<br /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-21625082489392098702007-06-11T22:28:00.000-04:002007-06-13T22:05:52.741-04:00El sermón de la montaña<span style="font-style: italic;">A continuación mi primera aproximación a la escritura para teatro. Disfruten.</span><br /><br />Juan: ¿A dónde vamos hoy?<br />Pedro: A la montaña.<br />Judas I: ¿A la montaña? ¿Otra vez?<br />Pedro: Sí, a la montaña. Otra vez.<br />Judas I: ¿Será que no se cansa de ir a la montaña?<br />Juan: Dice que tiene algo importante que decirnos.<br />Judas I: “Todo lo que él dice es importante”...<br />Pedro: Todo lo que él dice es importante.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Entra Jesús.</span><br /><br />Jesús: Muchachos, ¿listos?<br />Juan: Listos. ¿A dónde vamos?<br />Jesús: A la montaña.<br />Judas I: ¿A cuál montaña?<br /><span style="font-style: italic;"><br />Todos menos Jesús lo miran con cara de “cállate”</span><br /><br />Jesús: <span style="font-style: italic;">(dulcemente)</span> A la única montaña. A LA montaña.<br />Judas I: Ah... ESA montaña…<br /><br /><span style="font-style: italic;">Judas I y Juan se adelantan y salen.</span><br /><br />Pedro: Yo sé que todo lo que tú dices es importante. Pero lo de hoy es más importante, ¿verdad?<br />Jesús: Mucho más importante.<br />Pedro: ¿Pero más importante tipo panes-y-peces o más importante tipo sólo-los-tal-y-tal-van-al-reino-de-los-cielos?<br />Jesús: <span style="font-style: italic;">(respira profundo, pone cara de “te voy a dar un lepe”, luego exhala, se sienta y dice)</span> No sé, creo que lo que voy a decir no le va a gustar a unos cuantos.<br />Pedro: oh oh. <span style="font-style: italic;">(Se sienta con él)</span><br />Jesús: Es que… es que… no están preparados.<br />Pedro: ¿Adulterio?<br />Jesús: Ajá.<br />Pedro: Tú sabes que esa es de las cosas que te hacen menos popular.<br />Jesús: Yo sé... pero es que está mal. El adulterio está mal.<br />Pedro: ¿Hasta para los hombres?<br />Jesús: Sí, Pedro...<br />Pedro: ¿Hasta con una mujer que nadie quiere y sin que tu esposa se entere?<br />Jesús: Pedro, con que mires a otra mujer es suficiente.<br />Pedro: ¡¿Sí?!<br />Jesús: Sí…<br />Pedro: Bicho.<br />Jesús: Yo sé. Mira, si miras a otra mujer es preferible que te arranques el ojo y lo botes por ahí, a que todo tu cuerpo vaya al infierno.<br />Pedro: Eso no lo digas.<br />Jesús: Lo tengo que decir.<br />Pedro: Bicho...<br />Jesús: Y creo que hoy voy a decir lo de las bienaventuranzas también.<br />Pedro: Uy, esas son bien finas. <span style="font-style: italic;">(Con voz de ser omnipotente)</span> “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Esa es mi preferida.<br />Jesús: Esa es fina.<br />Pedro: Esa es la preferida de todos.<br />Jesús: ¿Sí?<br />Pedro: Sí, se siente bien decirla en alto.<br />Jesús: No lo había pensado...<br />Pedro: ¿Cuál es tu preferida?<br />Jesús: Todas son igual de importantes.<br />Pedro: ¿Pero cuál es así la que más te gusta de todas?<br />Jesús: Emmm... no sé, supongo que la de “Bienaventurados los misericordiosos...”.<br />Pedro: Ah, esa es fina. Todas son finas.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Entra Juan</span><br /><br />Juan: Judas me desespera, me saca de mis casillas.<br />Pedro: ¿Qué se hizo?<br />Juan: Fue a buscar las cosas para subir a la montaña, yo qué sé. ¿Y de qué hablan?<br />Pedro: Bienaventuranzas.<br />Juan: ¡Uuuuu! ¿Las va a decir hoy?<br />Pedro: Ajá.<br />Juan: <span style="font-style: italic;">(Con voz de ser omnipotente)</span> “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.<br />Pedro: ¿Ves?<br />Jesús: Veo.<br />Juan: ¿Qué?<br />Pedro: Nada.<br />Jesús: Yo me voy a preparar. En media hora subimos.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Se va Jesús y entra Mateo, el que escribió el evangelio del sermón de la montaña.</span><br /><br />Mateo: Hola.<br />Pedro: Epa.<br />Juan: ¿Qué más?<br />Mateo: Fino, un poco nervioso.<br />Juan: ¿Por?<br />Mateo: Hoy me toca a mí tomar nota.<br />Juan: ¿Y entonces?<br />Mateo: Bueno, que lo que va a decir es un poco desquiciado.<br />Pedro: ¿Cómo sabes, qué te dijo?<br />Mateo: Me dio una copia del discurso. Yo creo que se volvió loco.<br />Juan: ¿Por qué, qué dice? A mí nunca me cuenta lo que va a decir...<br />Mateo: No, me dijo que no les dijera, pero créanme que se volvió loco. Aunque bueno, casi todo lo que va a decir es importante.<br />Pedro: Todo lo que él dice es importante.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Silencio. Todos miran a Pedro.</span><br /><br />Pedro: ¿Qué?<br />Mateo: Nada. Juan, puedo adelantarte algo que no creo que le moleste. Hoy va a decir las bienaventuranzas.<br />Juan: <span style="font-style: italic;">(Emocionado)</span> ¡Sí, sí! Ya me dijo.<br />Mateo y Juan: <span style="font-style: italic;">(a la vez y con voces de seres omnipotentes)</span> “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.<br />Pedro: Esa es la preferida de todos.<br />Mateo: Yo sé, ¡Y a mí me toca transcribirla!<br />Juan: <span style="font-style: italic;">(Sincerísimamente)</span> Qué fino...<br />Mateo: Finísimo... ¿Y Judas?<br />Juan: No sé, yo lo dejé por allá, camino a la montaña.<br />Pedro: ¿Todos los demás están adentro?<br />Mateo: Ajá, ya estamos casi listos para subir, solo faltan Judas y Simón.<br />Pedro: Yo estoy acá.<br />Mateo: No, el otro Simón.<br />Pedro: Ah...<br />Juan: Judas estaba con Santiago.<br />Mateo: ¿Santiago grande o Santiago chiquito?<br />Juan: Santiago grande.<br />Mateo: Qué raro, él se la pasa con Santiago chiquito.<br />Juan: Nonono, yo digo Judas T.<br />Mateo: Aaaah... ya va, cuando yo te pregunté por Judas ¿tú me respondiste por JT o por Judas I?<br />Juan: ¿La primera o la segunda vez que me preguntaste?<br />Mateo: Te pregunté una sola vez, la otra vez me dijiste tú por voluntad propia.<br />Juan: ¿Sí?<br />Mateo: Sí.<br />Juan: ¿Seguro?<br />Mateo: Te lo juraría, pero el sermón de hoy dice unas cosas sobre jurar y me da un poco de miedo.<br />Juan: Bueno, yo andaba con Judas I.<br />Mateo: Ah, yo decía era JT.<br />Juan: JT estaba con Santiago.<br />Pedro: Grande.<br />Juan: Eso.<br />Mateo: Eso no es tan raro.<br />Juan: Y capaz Judas I fue a buscar a Santiago.<br />Pedro: Chiquito.<br />Juan: Eso.<br />Mateo: No creo, Santiago Chiquito estaba adentro bucando a Simón.<br />Pedro: Yo estoy acá.<br />Mateo: El otro Simón.<br />Pedro: Ah...<br /><br /><span style="font-style: italic;">Entra Jesús.</span><br /><br />Jesús: Simón.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Silencio.</span><br /><br />Jesús: ¿Simón?<br />Pedro: ¿Yo?<br />Mateo: Claro que tú, ¿acaso ves al otro Simón?<br />Jesús: No peleen. ¿Han visto a Simón?<br />Pedro: Aquí estoy.<br />Jesús: No, el otro Simón.<br />Mateo: Creemos que puede estar con Santiago.<br />Pedro: Chiquito.<br />Mateo: Eso.<br />Jesús: No, Santiago estaba con Judas.<br />Juan: Oh, cielos... yo me rindo.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Juan se va.</span><br /><br />Jesús: Mejor vayan a la base de la montaña a esperar a que todos lleguen. Nos vemos allá en diez minutos.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Se van Mateo y Pedro, queda Jesús solo.</span><br /><br />Jesús: Papá.<br />Voz: Hijo.<br />Jesús: ¿Tengo que decir lo del adulterio?<br />Voz: Sí, Hijo.<br />Jesús: ¿Seguro?<br />Voz: Sí, es importante.<br />Jesús: ¿Por qué?<br />Voz: Porque así no te van a ver tan feo cuando digas lo de la otra mejilla.<br />Jesús: Tiene sentido...<br />Voz: Yo sé.<br />Jesús: ¿Osea que no es verdad?<br />Voz: Claro que es verdad. Hijo, ¿estás bien? No parecen cosas tuyas, tú sabes que...<br />Jesús: <span style="font-style: italic;">(lo interrumpe)</span> Yo sé, yo sé “No dirás falso testimonio ni mentirás”, perdón.<br />Voz: Tranquilo.<br />Jesús: Bueno, al menos me toca decir las bienaventuranzas.<br />Voz: Esas son bien finas, ¿verdad?<br />Jesús: Finísimas <span style="font-style: italic;">(imitando a la voz)</span> “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.<br />Voz: Chao Hijo, suerte.<br />Jesús: Gracias.Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-20909348730545795922007-05-12T12:54:00.000-04:002007-05-12T12:58:01.696-04:00Los zapatos verdes<p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Más allá de tus zapatos verdes, no recuerdo mucho más del día que te vi por primera vez. Entre tanta gente y tanto ruido, esos destellos lejanos de verde despertaron en mí impulsos inexplicables de darles cacería, pero me contuve. Y estaba saliendo del cine cuando los vi de nuevo, como un rayo en la oscuridad. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Los vi con cara de "creo que te recuerdo de algún lado" y me sorprendió que de tu boca salieran exactamente esas palabras. Paseamos un rato, subimos escaleras, compramos pequeñeces y apenas te perdí de vista, disfruté estrenando tu número enviando ese "¿viste? te dije que sí te iba a escribir"... no fue hasta llegar a la casa que me di cuenta de que no recordaba tu cara. La siguiente vez me bastó con buscar las estelas verdes entre las piernas de la multitud y con extenderte mi mano y regalarte mis oídos y mis palabras para entender que tu cara era cada vez menos importante. Cuando íbamos a lugares privados era más fácil, porque había menos posibilidad de confusión y cuando nos besamos lo hice con los ojos cerrados porque así es como se besan los amantes verdaderos. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Me dije que ya no hacía falta que viera tu cara, porque me había logrado enamorar de ti sin hacerlo. Podía verte a los ojos, susurrarte al oído, arreglarte el cabello y aún así jamás ver tu rostro... y aún así saber que eras hermosa. Supe que por fin entendiste lo que pasaba cuando un día al encontrar tus ojos me conseguí con mi misma mirada... era casi poético como podíamos tocarnos sin vernos, como podíamos sentirnos y amarnos y tenernos el uno al otro sin importarnos nada más que lo que en realidad éramos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">El mejor recuerdo que tengo de tus zapatos verdes fue cuando te los quité por primera vez. Deshice las trenzas a la vez que recorría en retroceso todos los recuerdos de rayos verdes en mi mente. Los vi subiendo al autobús, los vi bajando escaleras de espaldas, te oí preguntarme si no me recordabas y luego me oí a mí pensando lo mismo mientras reconocía ese destello verde en la oscuridad del cine. Pero luego tuve el verde en mis manos y lo dejé caer. La primera vez que dejaba caer los zapatos verdes. La primera vez que retrocedía en mis recuerdos. La primera vez que fuimos uno. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Para ese entonces ya ni siquiera se nos pasaba por la mente la idea de vernos a las caras.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Para mí siempre fuiste la mujer más hermosa del planeta. De todas las caras que vi, de todas las mujeres que me crucé en la vida, siempre supe que ninguna era tan bella como tú. Era casi poético como podíamos tocarnos sin vernos. Vi los zapatos entre el ruido. Los vi en el cine. Bajando del autobús. Subiendo las escaleras. Deshice tus trenzas y reviví el mejor recuerdo de tus zapatos verdes. Los tomé esa mañana de la cama, donde los habías dejado, y supe que ese sería el peor. Sabías que si no los dejabas para mí, no hubiera sido capaz de recordarte.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-VE">Pero también sabías que si los llevabas contigo, hubiera podido volver a encontrarte.<o:p></o:p></span></p>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-16728858.post-1155678079456209342006-08-15T17:38:00.000-04:002007-05-12T12:58:36.425-04:00Lost&Found for puzzle pieces.<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;">Su vida estaba hecha de canciones. De pedazos de canciones. De notas de canciones. Pero no cualquier nota de cualquier canción. Su vida estaba hecha de notas sin tocar, de las notas que esperas pero nunca llegan, las notas que, según tu manera de ver la vida, le irían mejor a la canción. Estaba hecha de esas notas que el compositor no descubrió, que harían que la canción fuera una mejor canción, que suplantarían a otras notas discordantes para convertir una canción en una melodía armoniosa. Esas notas que, a final de cuentas, no existen. Notas sin tocar. Notas que no son tuyas ni mías, así como tampoco son de él. Incluso aunque su vida esté hecha de ellas.<br /><br />Su vida estaba hecha de oraciones. De pedazos de oraciones. De palabras sin decir. Estaba hecha de disculpas sin ser ofrecidas, de gritos ahogados, de <span style="font-style: italic;">te quiero</span>s acobardados, de últimas palabras que nunca pudieron ser. Su vida estaba hecha de lo que tú nunca pudiste decir, pero él sí dijo. Decía a sus amigos lo que tú nunca te atreviste a decir a los tuyos. Su realidad eran tus secretos y los míos. Sus mentiras eran nuestras realidades, sus escritos nuestros pensamientos. Vivía de poner palabras a lo que tú preferiste dejar en silencio. <br /><br />Su vida estaba hecha de otras vidas. De pedazos de otras vidas. De momentos sin vivir. Su vida era tan tuya como mía. Tan de todos como de nadie. Tan suya como se lo permitieran los demás. Actuaba conforme no actuara el resto. Sus caminos eran los que tú elegías no recorrer. Cada puerta que cerrabas en tu vida era una puerta que se abría en la suya. Su realidad estaba compuesta por pedazos de otras realidades. Su yo, su él, su ella, su todo eran piezas ajenas a su mundo, piezas de rompecabezas diferentes, piezas que no calzan. Pero él hacía que calzaran.<br /><br />Él es lo que tú pudiste haber sido. Sus manos las robó a un manco, sus pies a un veterano de guerra. La cabeza la tomó de un jinete, la vista de un pianista, la audición de un compositor, la voz de un pueblo oprimido, un ojo de un capitán pirata, una oreja de un pintor. La vida la tomó de un niño enfermo, los recuerdos de una anciana con Alzheimer, las ganas de vivir de un recién casado viudo.<br /><br />El corazón me lo quitó a mí.<br /></div><br /></div>Chipohttp://www.blogger.com/profile/12368348455443323830noreply@blogger.com1