Su vida estaba hecha de canciones. De pedazos de canciones. De notas de canciones. Pero no cualquier nota de cualquier canción. Su vida estaba hecha de notas sin tocar, de las notas que esperas pero nunca llegan, las notas que, según tu manera de ver la vida, le irían mejor a la canción. Estaba hecha de esas notas que el compositor no descubrió, que harían que la canción fuera una mejor canción, que suplantarían a otras notas discordantes para convertir una canción en una melodía armoniosa. Esas notas que, a final de cuentas, no existen. Notas sin tocar. Notas que no son tuyas ni mías, así como tampoco son de él. Incluso aunque su vida esté hecha de ellas.
Su vida estaba hecha de oraciones. De pedazos de oraciones. De palabras sin decir. Estaba hecha de disculpas sin ser ofrecidas, de gritos ahogados, de te quieros acobardados, de últimas palabras que nunca pudieron ser. Su vida estaba hecha de lo que tú nunca pudiste decir, pero él sí dijo. Decía a sus amigos lo que tú nunca te atreviste a decir a los tuyos. Su realidad eran tus secretos y los míos. Sus mentiras eran nuestras realidades, sus escritos nuestros pensamientos. Vivía de poner palabras a lo que tú preferiste dejar en silencio.
Su vida estaba hecha de otras vidas. De pedazos de otras vidas. De momentos sin vivir. Su vida era tan tuya como mía. Tan de todos como de nadie. Tan suya como se lo permitieran los demás. Actuaba conforme no actuara el resto. Sus caminos eran los que tú elegías no recorrer. Cada puerta que cerrabas en tu vida era una puerta que se abría en la suya. Su realidad estaba compuesta por pedazos de otras realidades. Su yo, su él, su ella, su todo eran piezas ajenas a su mundo, piezas de rompecabezas diferentes, piezas que no calzan. Pero él hacía que calzaran.
Él es lo que tú pudiste haber sido. Sus manos las robó a un manco, sus pies a un veterano de guerra. La cabeza la tomó de un jinete, la vista de un pianista, la audición de un compositor, la voz de un pueblo oprimido, un ojo de un capitán pirata, una oreja de un pintor. La vida la tomó de un niño enfermo, los recuerdos de una anciana con Alzheimer, las ganas de vivir de un recién casado viudo.
El corazón me lo quitó a mí.
Su vida estaba hecha de oraciones. De pedazos de oraciones. De palabras sin decir. Estaba hecha de disculpas sin ser ofrecidas, de gritos ahogados, de te quieros acobardados, de últimas palabras que nunca pudieron ser. Su vida estaba hecha de lo que tú nunca pudiste decir, pero él sí dijo. Decía a sus amigos lo que tú nunca te atreviste a decir a los tuyos. Su realidad eran tus secretos y los míos. Sus mentiras eran nuestras realidades, sus escritos nuestros pensamientos. Vivía de poner palabras a lo que tú preferiste dejar en silencio.
Su vida estaba hecha de otras vidas. De pedazos de otras vidas. De momentos sin vivir. Su vida era tan tuya como mía. Tan de todos como de nadie. Tan suya como se lo permitieran los demás. Actuaba conforme no actuara el resto. Sus caminos eran los que tú elegías no recorrer. Cada puerta que cerrabas en tu vida era una puerta que se abría en la suya. Su realidad estaba compuesta por pedazos de otras realidades. Su yo, su él, su ella, su todo eran piezas ajenas a su mundo, piezas de rompecabezas diferentes, piezas que no calzan. Pero él hacía que calzaran.
Él es lo que tú pudiste haber sido. Sus manos las robó a un manco, sus pies a un veterano de guerra. La cabeza la tomó de un jinete, la vista de un pianista, la audición de un compositor, la voz de un pueblo oprimido, un ojo de un capitán pirata, una oreja de un pintor. La vida la tomó de un niño enfermo, los recuerdos de una anciana con Alzheimer, las ganas de vivir de un recién casado viudo.
El corazón me lo quitó a mí.
1 comentario:
chipsss me encantó este escrito... veo que si puedo poner comments (ves como digo comments?? el myspace me va a matar) de verdad que me impactó pq me gusto mucho
:)
vero.5.corazones.
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