Deshauciado, lanzo mi mirada a través de la ventana y dejo que el asíncrono gota a gota haga de acompañamiento al cuadro lluvioso que mi soledad completa. En la distancia, un salpicar tan acuático como mecánico me recuerda que aún hay otros cuerpos que habitan en esta ciudad y, por asociación, mi mente salta automáticamente a ti.
Miro atrás y delante pero sigo sin poder encontrarte. Pero ya no me importa mi pasado igual que no me importa mi futuro: te necesito ahora, conmigo. Te necesito como podría necesitar a cualquiera, pero no quiero a nadie sino a ti.
El día derrama sus últimas lágrimas a oscuras y aún hay espacio en mi cama para uno más. Aún hay espacio en mi mano para otra mano. Aún hay espacio en mi sonrisa para tus labios.
Esperanza no es una palabra que me puedo dar el lujo de pronunciar, así que preparo una hora para mi derrota y procedo a marcar tu número.
Cuando el día llega a su fin, duermo usando las dos almohadas - mi cabeza recostada en alto, casi como esperando oir el salpicar de unas pisadas que, entre la lluvia, se aproximen a mi portal.
miércoles, 2 de junio de 2010
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