sábado, 20 de febrero de 2010

Los canales de Venecia

Tus codos descansan sobre tus rodillas y tus manos soportan un rostro que no muestra ningún rastro de esperanza. Me explicas cómo la vida parece haber perdido todo el sentido y cómo hace tiempo que todo tu cuerpo se encuentra en un hormigueo constante, en la frontera entre despierto y dormido.

Necesito despertar, me dices. Necesito volver a sentir que estoy viva.

No sé cómo llegamos hasta acá, pero sí sé que no te puedo dejar continuar con esto. No hace falta llegar al extremo para sentirse vivo, sólo hace falta abrir los ojos y observar el mundo. Entonces me tomas del brazo y me llevas al acantilado.

Un cielo naranja se levanta como una cortina que demarca el final de la masa azul que se revuelve cientos de metros bajo nuestros pies. Quieres saltar, quieres caer, quieres resbalar pero yo te tomo de la mano y te hago retroceder. Tú tiras con más fuerza y, en vez de empujarme hacia el abismo, me arrastras contigo a la orilla del mar.

Entramos corriendo, tomados de la mano, saltando las olas hasta que nuestras rodillas ya no logran asomarse sobre la superficie del mar. Manos entrelazadas, siento como tu cuerpo, totalmente sumergido, lucha por volver a la superficie. Cuando tu rostro emerge de la profundidad me miras a los ojos y me dices que tenga cuidado al sujetarte. Te zafas de mi abrazo.

Entonces todo cambia. El agua se calma, el cielo se aclara, la corriente se detiene y la inmensidad del mar muta en contenedores pedrestres. Estamos sumergidos en un canal, tu espalda contra un muro y tu cintura en mis brazos. Bajo el agua nuestros cuerpos no pueden temblar, no saben dudar. Te sujeto de nuevo con fuerza y recuesto mi frente de la tuya.

Tienes que confiar en mí, yo estoy aquí para cuidarte. ¿No confías en mí?

Cierras los ojos y asientes. Mis labios se encuentran con los tuyos y soy capaz de sentir cómo sonríes. Por fin, sonríes.

Aquí y ahora somos felices. No hacía falta saltar para despertar. Sólo hacía falta un corazón que te convenciera de que esta vida está llena de color.

1 comentario:

Guillermo Ollarves dijo...

Nice Chips, un pelín no apto para leerlo con un fondo musical todo nostálgico y recordando una relación ya perdida. Me gustó, me gustó.