domingo, 16 de diciembre de 2007

Amor y gramática

Quise amarte. Quise verte entera, completa, de pies a cabeza, desde tu niñez hasta tu futuro, desde tus errores hasta mis brazos y entenderte perfecta. Quise quererte tanto que no me importaran tus defectos, que no me dañaran tus espinas, que no tuviera que pensar jamás en que pudiera existir algo diferente a tú y yo. Quise que mis adjetivos te adularan, que mis preposiciones trazaran caminos hacia ti, que mis sustantivos te complementaran y que mis adverbios nos llevaran a tiempos y lugares pensados exclusivamente para nosotros. Quise que al pensarte, mis ideas te hicieran reverencia.

Pero nunca pude amarte y nunca quisiste que te amara, así que poco a poco mis palabras fueron escapando de ese universo mentiroso, de ese paraíso de adjetivos pomposos, para chocar contra una realidad dura pero refrescante. Y fue así, gracias a ti, que mi lírica se abrió camino entre una lista restringida de verbos hasta encontrar nuevas maneras de expresarse, hasta conseguir una familia de palabras que le hiciera justicia a los sentimientos. Para poder sobrevivir, mis pensamientos se vieron obligados a descubrir maneras de llegar a ti sin tener que hacer uso de los pronombres posesivos y mi corazón finalmente se revolcó entre nuevos tiempos verbales aprendidos, que anteriormente no podía ni imaginar que existieran: empecé a pensarte en pretérito, a sentirte en antecopretérito, a soñarte en antepospretérito.

Quise. Abrazare. Había soñado. Habría amado. Hubiese querido. Hubiere besado. Hubiésemos estado. Habríamos andado. Hubiéremos sentido. De repente, las posibilidades eran infinitas.

Cuando no pude atarte al pasado con mis sentimientos, lo hice con palabras. Si te pienso en presente te pienso lejos, si te pienso en futuro te pienso muerta. Pero mi pretérito, ese lugar recóndito donde conviven las sensaciones de todo lo vivido, se lo dedico todo a nuestro amor.